viernes, 18 de julio de 2008

Mi verano y el no trabajo




Aprobé mis oposiciones poco después de acabar la carrera. Lo que ha supuesto que hasta el momento no haya tenido que trabajar nunca en verano. Los meses de julio y agosto son para mí ahora, como siempre, vacaciones.No me siento especialmente privilegiada por ello, ni avergonzada, ni siquiera orgullosa, simplemente asumo que en mi vida sigue todo casi como antes, porque mis años comienzan en septiembre y no en enero, y porque sigo sin ser totalmente adulta, no del modo en que otras muchas personas creen serlo por trabajar 25 horas al día.
A mucha gente esto de las vacaciones estivales le trae de cabeza, y con demasiada frecuencia soy objeto de los comentarios más cansinos: menuda suerte que tienes,sin trabajar y encima cobrando, y qué haces con dos meses por delante?yo me cansaría estando sin hacer nada tanto tiempo... y yo, de lo que me canso en realidad, es de tener que explicar a todo el mundo que no, que me encanta no trabajar en verano y que las oposiciones salen cada dos años para que el que guste se presente, que yo ya me las saqué y no le debo nada a nadie.
Yo adoro el verano por encima de todas las cosas desde siempre. Cuando llega el calor me pongo contenta y me dedico fundamentalmente a disfrutar en la medida de lo posible: playita, modelitos, fiestas, salidas, cenas, viajes, visitas inesperadas, planes sin fin... y mis mañanas en el chiringuito.

El Chiringo pertenece a mi Titi, lleva abierto unos cuatro años y he aprendido a disfrutar de él con los años.Poco a poco me he ido acostumbrando a él a su tranquilidad, a sus moradores, a sus colores y olores... y el chiringo se ha acostumbrado a mí, a que lo riegue tempranito, a que me patee su orilla, a que me bañe en sus aguas y a que me tumbe en su arena a disfrutar de una buena lectura y del astro rey.Al mediodía me llama para compartir mi vermut con su dueño y con otro de los grandes clásicos del chiringo: Miguel Clavero. Ninguno de nosotros hace nunca mención de la suerte que tenemos de poder estar allí tan agustito, hablamos de otras mil cosas interesantes. A la vuelta, ya en casita: ajoblanco fresquito y siesta de horas. Qué mala vida no?

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