domingo, 13 de febrero de 2011

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domingo, 3 de mayo de 2009

En qué estrella estará

El día que murió Pepe yo estaba en Madrid haciendo una estúpida prueba para un trabajo imposible en un país arruinado pero demasiado orgulloso para reconocerlo abiertamente. Yo llevaba semanas preparando el examen de forma intensiva, asisitiendo a la escuela de idiomas, entrenando en la piscina a diario y chupándome más de 180 kilómetros de carretera para cumplir con mi horario laboral. Salir a las 3 del instituto pillar un tren hasta Madrid y levantarme al amanecer para demostrar a un tribunal, que estaba capacitada para ser profesora en norteamérica, dió al traste con mis energías en el segundo intento.
Pepe ya había sufrido un amago de infarto durante la semana santa que profetizaría su final. Pero yo no tuve noticia alguna de este suceso, quizás de haberlo sabido habría estado más preparada para su pérdida.
Mi madre, como tantas otras madres, cuida de que sus hijos no sufran más de lo estrictamente necesario. Ella consideró que nada resolvía llamándome aquella tarde para contárme lo de Pepe, pero alguien despistado telefoneó para preguntar la hora del entierro.
Yo lloré a Pepe en Madrid y cuando acudí a su homenaje en Vélez. El primer llanto fué de rabia, de coraje. Yo quería haber hecho tantas cosas con él, quería haber aprendido tanto, quería haberlo escuchado tanto, tanto, tanto que por fin llegara ese día en el que ahogada en su voz inflamada se me adormeciera ese ejército de mariposas que él levantaba en mí cuando cantaba. Lloré al Pepe artista.
En el homenaje mi llanto brotó silenciosamente cuando lo recordamos, cuando ví a su viuda y sus hijos, cuando me contaron sus últimos días, cuando sus amigos le dedicaron palabras y cantes, cuando vi las caras de toda una vida, cuando despedimos al Pepe más humano. Entonces lloré de pena.

martes, 31 de marzo de 2009

A los 30 y dando vueltas



La mañana del 24, como cualquier otro martes, sonó el despertador a las cinco y cuarenta y cinco. Hice mis ejercicios para el cuello, desayuné, me duché y me engalané con la ilusión de una niña en el día de su cumplaños.Puse mis pies en polvorilla hacia la panadería, recogí mi tarta para compartirla con mis compañeros como cuando era pequeña y mi madre me compraba chuches para repartir, me monté en el coche y de camino a Álora lo pensé por primera vez:30 años.
Yo, que soy del futuro, porque siempre tengo presente que hay un después mejor, y muero al instante si no me esperan planes y más planes a quemar como cartuchos; me enfrento a una nueva década convencida de que las cosas siguen dependiento de mí al 100%, dispuesta a reinventarme tantas veces como haga falta, consciente de que me quedan muchas batallas por ganar, y escéptica ante la idea universal de que ahora o nunca tocan marido, hijos, monovolúmenes y vacaciones en familia.
Con 30 años sigo siendo esa niña que vive con sus padres, que llega siempre tarde a casa, que no sabe pedir en los restaurantes, que come palomitas de colores, que antepone los colegas a casi cualquier cosa, que se cabrea cuando no tiene lo que quiere, que se enamora de vampiros que cruzan océanos de tiempo para encontrar a su amada, que duerme como una bendita, que se funde el sueldo en ropa y viajes, que llora cuando no le hacen caso, que come lo que le cocinan otros, que no puede evitar el veinti... cuando le preguntan la edad, que desea con ansias sus próximo cumpleaños para soplar las velas rodeada de los suyos y millones de regalos.

viernes, 20 de marzo de 2009

A tí amigo funcionario



Querido amigo funcionario:
tú que vienes en nombre de delegación, llegas, das tus clases y te vas. Tú que sólo sabes coger una tiza y seguir tu libro de texto. Tú que no conjugas la actividad extraescolar o complementaria, te ríes como hiena en celo de todo el que se preocupa de hacerlas, y además te sabes quitar como nadie de enmedio llegado el momento. Tú que te niegas a echar un minuto más de lo que dice tu horario porque no te lo pagan. Tú que vives y reinas en tu departamento y no sabes lo es que echar unas risas con tus compañeros. Tú que andas con la cara arrastrando por los pasillos y empleas el tiempo libre del que dices carecer, en estudiarte la ley al dedillo para echar por tierra el trabajo de todos y tenernos enfrascados en discusiones absurdas claustro tras claustro. Tú que presumes de profesionalidad porque gastas más fotocopias que nadie, llegas siempre el primero, entregas la programación antes de tiempo y justificas tus numerosos suspensos en la falta general de nivel. Tú que estás hecho de otra madera porque no sabes lo que es una tutoría, ni salir un viernes a última hora ni entrar un lunes a primera, y acumulas por razones que se me escapan millones de horas de redución. Tú que cuentas con el beneplácito forzado de la directiva que evita enfrentarse a tí a toda costa confiado en que llegue ese concurso brillante por el que finalmente consigamos librarnos de tí.
Tú, que moras en cualquiera de los centros a los que soy destinada, que te burlas de mi asignatura de tirititera, y te beneficias de mi entusiasmo juvenil, ten piedad de nosotros. AMÉN.

sábado, 28 de febrero de 2009

El tranvía 28



El tranvía 28 te sube al barrio de Alfama serpenteando la Lisboa más añeja en un frenético recorrido plagado de pendientes insalvables, calles angostas, fachadas de azulejos y bruscos frenazos ante paradas repletas de turistas ansiosos por probar la montañarusa. Todos hacinados danzamos al compás de este cacharro sin tener demasiado claro si podremos luchar mucho más contra la gravedad y si nuestro destinos estará por fin detrás de esa curva, o de esa cuesta. Al alcanzar la cumbre nos dirigimos al castillo de san Jorge y al mirador de santa Lucía a disfrutar de las vistas: de la ciudad y del océano. Lo siguiente es descender a pie hasta la plaza del comercio para disfrutar de un galao y un delicioso pastel.







Lisboa me conquistó desde el mismo momento en que la pisé. Supongo que movida por el imperioso deseo de superar tanta vicisitud que había precedido al viaje cuanto antes,no puse mucha resistencia y me lancé a los brazos de esta ciudad de inmediato convencida de que entre ella y yo se había producido esa conexión mágica que sólo algunas veces tiene lugar entre las personas y ciertos sitios.
Confieso que Lisboa me lo puso muy fácil regalándome algunas ventajas que supe aprovechar, yo diría que incluso explotar. Me obsequió con un clima casi insultante para tratarse de febrero; me ofreció un Atlántico de azul profundo sumiso y amable de orillas generosas y arena infinita, me robó el corazón con sus calles, sus vistas, sus puentes y sus fados; y me puso en las manos perfectas de DAMIÁN Y MAYRA prodigiosos anfitriones que supieron satisfacer todas y cada una de mis exigencias por muy disparatadas que resultaran.
Gracias Portugal, Damián Y Mayra por una semana inolvidable.