lunes, 7 de julio de 2008

LA POLVORONA



Hablar de Ayala no resulta tarea fácil, porque a ella como a las buenas ciudades, hay que vivirla; de día de noche, en invierno en verano, en fiestas en día laborable, a solas con más amigos... y ella es siempre la misma aunque no igual.
Ayala me buscó una tarde en Granada después de que yo faltara a clase en la facultad hace ya mil años. Fue gritando mi nombre por las calles de mi barrio, y me encontró. Desde entonces estamos juntas en esto de la vida, aunque desgraciadamente en la distancia.
Ayala, Inma, la Carry, la Polvorona, o mi pequeña se casa en dos fines de semana. Nadie se lo cree aún, ella la que menos, pero no porque creamos que le asuste el compromiso ni porque pensemos que no quiera a su Paco, sino porque que ella: seductora nata capaz de ligar hasta en la sala de espera de un hospital, juerguista sin compañera, y amiga incombustible solucionatodo, haya decidido sentar por fin la cabeza, da al traste con esa etapa de la vida a la que muchos seguimos aferrados con uñas y dientes.Se nos cae un mito y nos resistimos a aceptarlo.Si Ayala se casa qué hago yo aún tirada por los pubs a las 7 de la mañana? Dios qué duro!!!


Además de la juerga que nos pegaremos en la boda, no tengo duda alguna, habrá seguro muchas juergas previas de despedida. La despedida oficial tuvo lugar este sábado 5 de Julio, una fecha que en principio se presentaba dura de afrontar para mí,por motivos que no vinen al caso, pero que finalmente superé con grandes dosis de buena compañía y risas. Hubo autobús del amor,reencuentro entre amigas, Ayalas hermanas, primas y tía,playa, limusina, antros de mala muerte, boys, travestis,chicos guapos que se interesaban por la homenajeada y su corte, taxistas surrealistas, salas vip, ascensores de alta tensión y una protagonista insuperable disfrazada de polvorón!!!
La polvorona hizo las delicias de toda aguadulce, y para poderla digerir hicieron falta muchas horas de baile, mucho alcohol y mucho amor.Los chicos se la rifaban, todos se acercaban a preguntarle, unos intrigados por el disfraz, otros para preguntarle si no pasaba calor, otros para simplemente conocer y desear suerte a ese ser intergaláctico que parecía nacido para vivir esa noche. Cuando llevaban cinco minutos con ella se daban cuenta de que la suerte la habían tenido ellos por haber podido asistir y participar en la despedida de una estrella que cambia de galaxia para brillar una vez más con luz propia.

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