lunes, 2 de febrero de 2009

Gabinete de crisis

Creía que lo peor me había pasado a mí, que nadie podía competir conmigo en eso de tener un mal día y que todo el mundo me respetaría el derecho ganado a pulso a estar de morros, pero como siempre, acabé riéndome a carcajadas de mi tormento y considerándolo una más de las anécdotas que ilustran mi vida .
Llego al instituto con el brazo como un tambor, porque horas antes el ATS del ambulatorio había resuelto que tenía que ponerme la antitetánica por llevar desde los catorce sin ponerme vacuna alguna. Yo no tenía ni idea de que existieran más vacunas después de la rubeola, pero al parecer así es. Mi cara lo dejaba ver todo, no era mi día, y no iba a permitir que nadie me convenciera de lo contrario. Cuando me veo en la sala de profesores frente a mi Alf y mi Antonio miradas mantenidas unos sobre los otros desafiándonos, y sobre nuestras cabezas nubes negras con rayos tronadores. En segundos convocamos gabinete de crisis y nos sentamos delante de unos café humeantes con cara de pocos amigos. Yo confiada en no ser superada ni de lejos tomo la palabra: He comprado por confusión a través de internet cuatro billetes para Lisboa en lugar de dos, y no me devuelven el dinero, ni me dejan cambiar los nombres para que vuelen otros, ni puedo cambiar el itinerario ni las fechas. He tirado 500 euros por la borda por gilipollas.
A continuación Alf, yo he tenido que pagar 3000 euros de multa por haber estado utilizando agua en mi casa nueva sin haber hecho un contrato a mi nombre previo.
Finalmente Antonio, mi coche fue bombardeado anoche por una lluvia de cascotes movida por el huracán. El ventanal de mi salón salió volando, no podía llamar a nadie y pasé el mal rato más grande de mi vida.
Evidentemente mi accidente quedó relegado a un ridículo tercer puesto, seguido del caso de Alf. Ganaba Antonio por goleada, lo de vivir en primera persona un huracán no tiene parangón. Él lo explicó muy claro; gano yo, porque el Alf es tonto del culo y tú eres una voleosa, pero yo estaba mu tranquilo en mi casa comiendo pipas cuando un huracán decidió darse una vuelta por mi barrio destrozándome el coche y llevándose mi ventanal.
Acabamos riéndonos a carcajadas de todo, porque aunque duras, estas experiencias sólo han afectado a nuestra economía y a nuestros nervios.




No hay comentarios: