martes, 20 de mayo de 2008

Doctor Águila

Mi tío fue médico, padre y esposo, estudioso, coleccionista y aficionado a los toros; y en este orden derrochó su sabiduría y paciencia con todos los que tuvimos el placer de conocerlo. Mi tío me llevó a comerme mi primera hamburguesa servida en caja de zapatos en Madrid, me dió a comer mi primer helado chupao en la playa de Torre del Mar, operó de urgencias a mi hamster Carlitos Niwanda salvándolo de una muerte segura, y antes de irse me explicó por qué todas las imágenes de Semana Santa miraban este último Viernes Santo para casa de la abuela y no para la suya, la nuestra.
Mi tío era el único capaz de hablarte de los hititas al hilo de una conversación sobre las tortas de aceite de Remedito "la caletera"y a reglón seguido soltarte sin tapujos que lo que le contabas ya se lo habías contado antes, aunque ese antes fuese probablemente años a.
Mi tío independientemente del día, la hora o el acontencimiento en cuestión, te atendía en consulta aunque él estuviera en Madrid y nosotros en la calle Fina, aunque fuese Noche Buena o su casa se viniera abajo de gente en Semana Santa, aunque retransmitieran toros o lo pillaras ordenando conchas o minerales. Él estaba ahí para decirte que no importaba si mi madre había dado a mi padre unas pastillas caducada de hacía meses, o si por lo contrario teníamos suficientes motivos para salir corriendo al hospital después de alguna trastada de mi hermano. Porque mi tío fue capaz de plantarse a un año de acabar química y decirle a su padre que lo que él quería de verdad, era ser médico, aún a sabiendas del hambre que iba a pasar, y fue médico con gusto a sardinas enlatadas.
Mi tío fue un tío estupendo, que tuvo que comprarse un local solo para meter los millones de regalos que en gratitud le hacían sus pacientes, que lo mismo le daba que en su casa se metieran 10 que 30, que si eran 40 también, y además se aprendía lo que bebías y de un año para otro te plantaba un "lo de siempre" como los camareros de confianza, pero sin pedir ni pagar. Mi tío era un mandao: compraba el pan, te llevaba donde hiciera falta, te invitaba a pescaíto, se iba con mi abuela a mirarla, porque a ella no le gusta que le des conversación, se vestía como le decíamos... un santo varón. Él, como decía María éstévez en el Juego de la verdad, siempre sabía estar en todos los sitios: en la playa, en el campo, en el pueblo, en la capital, en la consulta, en la casa, en la tierra y ahora en el cielo...

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